miércoles, 7 de mayo de 2014

HABLAR DESNUDOS, Cynthia Rimsky



Cuando queremos conocer una cultura recurrimos a los antropólogos, a los  etnógrafos, a los sociólogos, y a los arqueólogos. Famoso fue en la década de los 80 el libro Los hijos de Sánchez donde el antropólogo estadounidense Oscar Lewis contaba su experiencia de vida entre los miembros de una familia mexicana muy pobre, hecho que entonces fue revolucionario y que hoy da pie a que un personaje de la farándula se vaya a vivir con “gente diferente”, por una semana.

Ya a Raúl Ruiz le llamó la atención, no el modo en que vivimos, sino cómo hablamos. EnRuiz (edición de Bruneo Cuneo, UDP)  el cineasta explica que  los chilenos incorporan en cualquier diálogo, metáforas, ambigüedades, circunloquios, perífrasis, omisiones y vaguedades. De esta forma, aun teniendo los peores resultados en el SIMCE de castellano, somos todos expertos en encubrir lo que queremos decir.
En 1992, la lingüista Juana Puga fue a Valencia a cursar un doctorado en Filología Española. En el contraste cotidiano tomó consciencia de que los chilenos no hablamos como los españoles y de que existe una particularidad que logró introducirse en nuestro ADN y que ella denomina “la atenuación”. El tema la apasionó tanto que escribió dos libros que nos desnudan de tal forma que debieran estar en la sección de pornografía y no en la de ensayos.Cómo hablamos cuando hablamos: La atenuación en el castellano de Chile, es la primera publicación en Chile de su tesis. El segundo libro es reciente, Cómo hablamos cuando hablamos: Setecientos tres ejemplos de atenuación en el castellano de Chile. Ambos publicados por Ceibo Ediciones, en 2013.
Según Juana Puga, para atenuar tomamos distancia de nuestra persona, del interlocutor  y del mensaje que emitimos. En muchas ocasiones, la atenuación responde a la marcada estratificación social que existe en Chile, o a la enorme cantidad de temas tabúes que solo podemos abordar por medio de eufemismos y otros recursos lingüísticos. Según Puga, los niños y niñas aprenden a través del lenguaje a reproducir las diferencias de clases. Veamos algunos de los sabrosos ejemplos que proporciona en ambos libros.
En  Chile la atenuación permite mantener las apariencias y encubrir la verdad. Por ejemplo, cuando un amigo le dice a otro: “estoy medio enojado contigo porque no viniste ayer”,  el otro entiende que su amigo está realmente enojado, desde el momento en que decidió decírselo, y que no se lo dice directamente porque ha crecido en un lenguaje en el que es de mal gusto decirle al otro algo desagradable. No es raro que no digamos: “estoy medio contento contigo”,  porque “es el sentimiento de enojo lo que debe ser enmascarado”, señala la autora.
El estudio parte de la experiencia de Juana Puga cuando se vio enfrentada a la sociedad española que, como sabemos, es mucho más directa que la nuestra. La lingüista cuenta que al retirarse de una reunión social dijo, como lo habría hecho en Chile: “me voy yendo”,  y la anfitriona le respondió: “porque quieres”. A Puga le chocó la respuesta y le pidió a su amiga que se la explicara. Así entendió que en España el anfitrión hace responsable al que se va de su decisión de partir, y con esto le indica que él está feliz con su presencia.  En Chile, en cambio, para retirarnos de una reunión social debemos inventar una mentira, bueno, una mentirilla: “me voy porque estoy preocupada por mi hijo” (el hijo tiene 30 años) o “tengo que ir al médico” (fui ayer). Cuando el chileno dice: “me voy yendo”, en realidad, espera que su anfitrión dé inicio a una enredosa “negociación de la partida” que probablemente lo hará quedarse una o dos horas más. Si el anfitrión no intenta retener al invitado, este pensará que le desagrada su compañía.
Puga también analiza las peticiones. Si en España se escucha: “cuando puedas, un café”,  en nuestro país decimos: “me podría atender, por favor”. Aquí usamos mucho: “permiso”, “permi”, “perdón”, “disculpe”, “¿puedo?”, “¿podría?”, etc. Mientras un alumno chileno le dice a un profesor: “en algún momento me gustaría poder hablar con usted”, en España, Puga refiere que el alumno puede decirle al profesor: “Manuel, quiero comentarte algo”; lo llama por su nombre, lo tutea y va al grano.
Los chilenos usamos frecuentemente “como”, “de repente” y “medio”.  Veamos un ejemplo. Una mujer que se ve en la necesidad de echar a un jardinero por su lentitud, le escribe a su hija para justificar su despido: “de repente Joel es bien lenteja y olvidadizo. ” Es evidente que el término “lenteja” atenúa ‘lento’.

Cientos de ejemplos de este tipo nos deleitan en estos libros que deberían estar en un lugar privilegiado de nuestra casa, para leerlos en familia y para dejarnos sorprender por lo domesticados que estamos. Perdón, quise decir, que podríamos llegar a estar si es que algún día, como quien no quiere la cosa,  nos atreviéramos a escucharnos a nosotros mismos, en el caso de que eso llegara a ser posible…

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